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¡Salvaron al mundo! La increíble historia de la pareja que inventó la vacuna contra la covid-19

¡En un libro, Ugur Sahin y Özlem Türeci cuentan cómo inventaron la vacuna contra la covid-19, hazaña que triplicó el valor de su empresa Biontech.

Esta es su increíble historia.


Sahin, de 56 años, nació en Turquía y emigró a Alemania con sus padres. De médico en un pabellón de cáncer, conoció a Türeci, de 54 años, alemana de origen turco. - Foto: afp

Los nombres de Ugur Sahin y Özlem Türeci eran desconocidos para la mayoría en marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió el comunicado en el que declaraba que el mundo estaba ante una pandemia.


En esos tiempos oscuros, esta pareja, que trabajaba en su compañía desarrollando vacunas contra el cáncer, ya estaba atenta a todo lo que sucedía en Wuhan, China, donde se dio el primer brote. Ya en enero de 2020 habían leído el primer reporte publicado en la revista The Lancet, escrito por académicos chinos en el que mencionaban cómo una persona infectada podía diseminar el virus sin mostrar ningún síntoma.


Türeci enseguida imaginó cómo sería el escenario de esa persona en un aeropuerto o en un avión llevando ese “silencioso asesino” a ciudades en todo el mundo que no sospecharían nunca de él. También proyectó en su mente una visión más terrorífica aún: otros virus convertidos en pandemia de la misma manera. No era una idea loca, pues los seres humanos están más en contacto con patógenos desconocidos y en un mundo interconectado gracias a los vuelos, el panorama era lúgubre.


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Ahí comenzó la aventura por crear en tiempo récord una de las vacunas que salvaría al mundo de la covid, una enfermedad cuyo origen no se ha esclarecido aún, pero que ha infectado a 224 millones de personas y ha cobrado la vida de 4,6 millones, de acuerdo con datos de la OMS.


Ese recuento hoy está disponible en un libro que la pareja escribió junto con el periodista Joe Miller, bajo el título Vaccine: How the Breakthrough of a Generation Fought Covid-19. Antes de la pandemia, Sahin y Türeci, desde su compañía BionTech –fundada en 2008–, dedicaban sus días a desarrollar tratamientos contra el cáncer con una nueva visión conocida como inmunoterapia, que consiste en utilizar como objetivo de la terapia al sistema inmune para que sea este el que reconozca y destruya las células tumorales.


En Turquía, de donde son originarios los oncólogos, son héroes nacionales y les han hecho homenajes como este en un puente de Ankara. - Foto: getty images


Cuando la covid emergió y se empezó a esparcir en el mundo, Sahin pensó que el virus también podría ser un objetivo de la tecnología mRNA que ellos habían utilizado para las terapias contra el cáncer. Al ver el potencial de su compañía, decidieron llamar a Phil Dormitzer, director científico de Pfizer y encargado de la división de vacunas. Juntos podrían sacar adelante un producto que evitara el contagio o al menos redujera la posibilidad de muerte. “Lo sentimos no como una oportunidad, sino como un deber. Podíamos ser los primeros en aparecer con una vacuna”, dice. Nunca esperaron la respuesta del experto.


A Dormitzer le pareció que no había necesidad de invertir en una vacuna, pues el virus iba a ser controlado pronto. Además, los métodos de BioNTech eran muy experimentales, a tal punto que en aquella época sus colegas, en lugar de messenger RNA (ARN mensajero), lo llamaban en tono burlón messy RNA (“ARN desordenado”).


La compañía nunca había logrado un producto que llegara a comercializarse. Embarcarse en un proyecto de esa magnitud, por lo tanto, podría ser muy riesgoso para la farmacéutica. Quince días después, cuando el panorama de la pandemia era mucho más claro y era evidente que ya no podría contenerse, Sahin decidió intentar de nuevo con Dormitzer. Al mes siguiente, Pfizer y BioNTech firmaron un acuerdo para desarrollar la vacuna. Todos los científicos de la compañía, con sede en Maguncia, Alemania, cancelaron sus vacaciones y se dedicaron al proyecto, que llamaron Lightspeed.


Y así fue La vacuna demoró apenas unas semanas en crearse, pero no fue suerte de principiante, sino producto de toda una década de trabajo que estuvo apoyado en 30 años de investigación científica. El mecanismo consistía en desarrollar la molécula de mRNA, que lleva instrucciones que indican a la célula lo que debe producir. El júbilo no fue inmediato: se dio más tarde, en octubre de 2020, cuando los estudios clínicos preliminares mostraron que la efectividad del biológico podía ser mayor a 90 por ciento.


“Seguramente será clasificado como uno de los grandes logros científicos de nuestra era”, dice Miller, coautor del libro. La pareja fue de las primeras en recibir la vacuna el pasado enero. Desde entonces, Sahin y Albert Bourla, el CEO de Pfizer, de origen griego, han desarrollado una entrañable amistad no solo por la ciencia, sino por su condición de inmigrantes.


En efecto, Sahin nació en Iskenderun, Turquía, y a la edad de 4 años se mudó junto con su familia a Colonia, Alemania. Estudió Medicina en la Universidad de Colonia y en 1993 recibió allí mismo el doctorado por su trabajo en inmunoterapia y cáncer. Sahin, hoy de 56 años, y Türeci, de 54, se conocieron en un hospital y entablaron un romance digno de una serie de televisión como ER.


Trabajaban juntos en el pabellón de cáncer, donde él era un joven médico, mientras ella, que siempre había soñado con ser monja, cursaba su último año en la Facultad de Medicina. Aunque Türeci nació en Alemania, sus padres, también doctores, habían emigrado de Estambul. El día de la boda se convirtieron en socios de vida, de negocios y de investigación. Después de la ceremonia ambos volvieron al laboratorio a seguir trabajando.


Antes de la pandemia, BioNTech estaba creciendo en importancia. Contaban con 1.800 empleados y oficinas en Berlín y Cambridge, Estados Unidos. En 2018, comenzaron a aliarse con Pfizer para desarrollar una vacuna contra la influenza y durante la pandemia recibieron, de la Fundación de Bill & Melinda Gates, 55 millones de dólares para trabajar en la vacuna contra el VIH.


El año pasado, BioNTech vendió acciones al público y con el anuncio de la vacuna el precio de la compañía pasó a más de 21.000 millones de dólares. Se convirtieron así en la pareja más rica de Alemania. Curiosamente su vida no ha cambiado: viven con su hija adolescente en un modesto apartamento cerca de la oficina y todos los días van a trabajar en bicicleta, pues no tienen carro. Tampoco tienen televisión, son ajenos a las redes sociales y prefieren mantener bajo perfil. Solo les importa la ciencia, dicen sus amigos. “Ugur es un científico y un hombre de principios”, dijo Bourla sobre él.


Los esposos siguen trabajando en las vacunas porque para ellos el virus seguirá mutando. Les preocupa especialmente mu, la variante descrita por primera vez en Colombia, porque podría evadir el efecto de las vacunas. Y según Sahin, si no es mu, habrá otra que lo logre. Además, los estudios han mostrado que entre cinco a seis meses después de la segunda dosis, la efectividad de la vacuna caería al 74 por ciento. Por eso, defienden los refuerzos. “Mientras más prevengamos las infecciones, será mejor para evitar que el virus mute en algo más peligroso”.


A los antivacunas les dicen que si no quieren tener efectos secundarios no deberían tomar medicamentos ni drogas ni comer nada, pues todo tiene efectos secundarios. No dudan de que ante una enfermedad como la covid, la vacuna es la mejor opción. Türeci ve la vacuna como el comienzo de una revolución en el tratamiento de muchos males como diabetes, artritis, cáncer y enfermedades cardiovasculares.


Pero eso no significa que el camino ya esté despejado, sino que tendrán que seguir trabajando para cada una de estas condiciones. Sienten que han tenido suerte con la covid-19 “Ninguno de los dos ha estado infectado –dice Türeci–. Somos muy cuidadosos porque sabemos que el virus no se irá a ninguna parte”.

 

Testimonio revista Semana

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